Cuando un cardenal es elegido papa, se levanta lentamente, tiembla por dentro y escucha la pregunta ritual: “¿Aceptas tu elección?”, si responde que sí, le hacen una segunda pregunta: “¿Con qué nombre quieres ser llamado?”.
Esa decisión no es un simple formalismo, es en realidad un acto de profunda transformación. Porque cambiar de nombre no es renunciar a lo que uno ha sido, sino consagrar lo que uno está llamado a ser. Como en las antiguas historias bíblicas, cuando Abram se convirtió en Abraham, o Simón en Pedro, el nuevo nombre es símbolo de una nueva misión, un nuevo rostro para servir a la humanidad.
Esta tradición comenzó de manera formal en el año 533, cuando el cardenal Mercurio, al ser elegido papa, consideró inadecuado llamarse como un dios pagano. Eligió el nombre de Juan II, y desde entonces, todos los papas han adoptado un nombre nuevo. Es como si en ese momento de gran responsabilidad, reconocieran que ya no se pertenecen a sí mismos.
A lo largo de la historia, Juan ha sido el nombre más usado, con 23 pontífices; seguido por Gregorio (16 veces), Benedicto (16 veces), Clemente (14) y Inocencio (13). Son nombres cargados de historia, que evocan modelos, ideales, incluso redenciones.
Algunos han querido recordar a sus predecesores; otros han buscado enviar señales. Juan Pablo I unió dos nombres por primera vez, homenajeando a dos papas recientes. Francisco rompió con siglos de tradición al elegir un nombre inédito, inspirado en el poverello de Asís, señalando desde el primer instante una Iglesia de cercanía, humildad y reforma.
Elegir un nombre como papa es una oración hecha palabra, una visión convertida en identidad. Porque en ese nombre se revela hacia dónde quiere caminar quien ahora lleva sobre sí el peso y el honor de la barca de Pedro.
Y nosotros que observamos desde la plaza, no escuchamos un nombre cualquiera, escuchamos una promesa, una dirección, un gesto profético. Cambiar de nombre es recordarnos que todos, en algún momento, estamos llamados a transformarnos, a empezar de nuevo, a vivir con más conciencia la misión que llevamos dentro.