En su reflexión dominical, el pastor Andrés Corson nos recuerda una verdad sencilla, pero profundamente transformadora: el verdadero perdón no sermonea, no condena ni recrimina; simplemente perdona.
A partir de una experiencia personal, Corson expone cómo muchas veces el acto de pedir perdón, en lugar de abrir la puerta a la reconciliación, se convierte en una excusa para humillar, condenar o desempolvar viejas heridas. “Lo único que tenemos que hacer cuando nos piden perdón es perdonar, así de sencillo”, afirma con contundencia. Y es que, como señala la Biblia en Lucas 17:4, incluso si alguien peca contra nosotros siete veces al día y cada vez pide perdón, “debes perdonarlo”.
Esta reflexión se convierte en un llamado urgente a los cristianos a restituir relaciones y vivir en la gracia, recordando que el perdón no nace del legalismo, sino del amor de Dios. En palabras de Colosenses 3:13: “Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros”.
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