Siempre le escuché decir a mi papá que saber con quién asociarse era lo más importante en la vida. Con ese acento costeño que le daba peso a sus palabras, repetía: “Una sociedad de negocios es tan o más importante que una relación de pareja”.
Con el tiempo entendí que tenía razón, porque asociarse con alguien implica compartir sueños, recursos, decisiones, riesgos, fracasos y logros. Es fundamentalmente, un vínculo de confianza, compromiso y visión de la vida compartida.
En mi trabajo de acompañamiento pastoral me encontré con muchas historias de sociedades que se reventaban por malos manejos, por choques de egos, por problemas familiares no resueltos o por diferencias éticas profundas. Personas que empezaron siendo amigas, jalando el carro para el mismo lado y terminaron como enemigas, deseando que al otro le fuera muy mal. Socios que comenzaron con la ilusión de crecer juntos y acabaron enfrentados en juzgados o con heridas emocionales difíciles de sanar.
Entonces surgen preguntas: ¿cómo elegir bien a los socios? ¿qué hay que tener en cuenta para asociarse?
Primero, es fundamental que compartan valores, no basta con que sean buenos profesionales o emprendedores con experiencia. Si no hay una ética común, si no coinciden en principios como la honestidad, la transparencia y el respeto mutuo, es muy fácil que, en momentos de presión o dificultad, la relación se fracture.
Segundo, es necesario que haya claridad en los roles y en los acuerdos. Muchos conflictos nacen porque no se definen desde el inicio las responsabilidades de cada quien. Todo debe estar hablado, pactado y en lo posible, por escrito. No por desconfianza, sino por salud relacional y operativa.
Tercero, deben tener la capacidad de dialogar y resolver conflictos sin caer en luchas de poder. No siempre se va a pensar igual, y eso está bien. Pero si no hay una cultura de escucha, de retroalimentación sana y de humildad para reconocer errores, la sociedad está destinada a desgastarse.
Por eso, antes de asociarse con alguien, no solo hay que mirar su hoja de vida, sino también su manera de vivir. Con quién te asocias define no solo tus negocios, sino tu tranquilidad, y como decía mi papá, “no hay éxito que valga si uno no puede dormir tranquilo por las noches.”