
Linero: "Sin saber hacer silencio no podremos comunicarnos exitosamente"
El silencio no solo es útil para comunicarnos mejor con los demás. Es vital para reconciliarnos con nosotros mismos.

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En mi proceso de formación me enseñaron la importancia del silencio. Tuve jornadas de hacer total silencio para ser consciente de mis propios pensamientos y sentimientos. La mente no se pone en blanco, pero sí somos más dueños de lo que pensamos y, así mismo, de lo que sentimos. De hecho, una de las condiciones para una comunicación efectiva es ser capaces de hacer silencio para escuchar, atender y acoger a la persona que nos habla.
Entiendo que en nuestra sociedad actual el silencio parece un enemigo y se busca tener una palabra, un ruido, una onomatopeya que llene cualquier vacío. Por lo mismo, no me extrañó que un estudio publicado por una plataforma de aprendizaje de idiomas, Preply, haya dicho que Colombia es uno de los países en los que el silencio incomoda mucho. En nuestro país máximo se tolera 6,2 segundos de silencio. De eso que podríamos llamar "silencio incómodo".
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¿Será esa una de las causas de nuestra mala comunicación? Sospecho que sí. Lo cierto es que sin saber hacer silencio no podremos comunicarnos exitosamente y terminaremos con los malentendidos que atracan cualquier relación.
El silencio no solo es útil para comunicarnos mejor con los demás. Es vital para reconciliarnos con nosotros mismos. En el ruido constante, no solo perdemos la atención, también nos perdemos a nosotros. Hay heridas que solo se escuchan en el silencio. Hay intuiciones que no aparecen en medio de la bulla. Hay decisiones que solo se pueden tomar cuando uno se sienta, respira y se calla.
Silencio no es ausencia, es presencia profunda, es espacio interior, es una forma de oración, incluso para quien no sabe orar, es pausa que revela, es recogimiento que ordena.
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Tal vez por eso nos cuesta tanto: porque el silencio nos pone frente a lo que somos de verdad, sin adornos. Nos confronta, nos limpia, nos revela.
Y sin embargo, lo necesitamos urgentemente. Porque en un mundo que grita, hace falta gente que escuche, en una sociedad saturada de palabras vacías, hace falta el valor de callar para decir con más verdad.
Silenciar no es callar al otro, es darle espacio. Y eso, en estos tiempos, es un acto de amor.