En una pequeña casa de la isla de Providencia, Joanie Cecilia Archbold de 76 años, carga con una responsabilidad que ha moldeado su vida durante los últimos siete años. Ella no lo buscó, pero desde aquella noche de diciembre en que su hermano fue atropellado por una moto que hacía acrobacias ilegales, su rol cambió para siempre.
“Fue un 31 de diciembre. Mi hermano venía de misa. Al cruzar la carretera, una moto que venía haciendo one wheel se lo llevó por delante. Sufrió varias fracturas, en la pierna y en la clavícula”. El impacto fue tan grave, según relata, que lo trasladaron de urgencia a Medellín, donde pasó cuatro meses en la clínica León XIII. Sin embargo, al regresar a Providencia, el dolor, la distancia y el desgaste emocional lo llevaron a tomar una decisión que marcaría su movilidad por el resto de su vida: quedarse con el yeso puesto como única forma de sostener su pie.
Desde entonces, cada tres meses, un médico le cambia los yesos que cubren sus dos piernas. Joanie debe comprar las gasas, el algodón, y pagar los 100.000 pesos por cada consulta. Gastos que asume ella en su totalidad. “Soy como su mamá. Estoy pendiente de sus medicamentos, de su alimentación, de llevarlo al médico, de bañarlo. Todo”.
La rutina es agotadora. Trasladarlo al baño, moverlo de una silla a otra, organizar su día. “Es muy incómodo mantenerlo así. Mi vida se volvió su vida”, y aunque cuenta con el apoyo de una sobrina, es Joanie quien carga con el peso diario.
Como si fuera poco, dos años después del accidente llegó el huracán Iota. Joanie y su hermano estaban en casa cuando el viento y el agua lo destruyeron todo. “Nos tocó refugiarnos en el baño. Éramos nueve personas ahí, desde las 9 de la noche hasta las 4 de la tarde del día siguiente. Salimos por una ventana. La casa ya no tenía techo. Estábamos todos mojados. Fue espantoso, muy, muy feo”.
Una reciente donación de silla de ruedas por parte de la Fundación Minuto de Dios, la Armada y la Fuerza Aeroespacial ha sido un pequeño respiro en medio de tanto caos. “Con esta silla lo podemos mover bien. La anterior no servía, el pie se le caía. Ahora es más fácil todo. Gracias por esa atención tan bonita que tuvieron con mi hermano”.
“Trabajamos con la corporación Minuto de Dios y hacemos parte también de esa entrega a través de estas sillas de ruedas. Hoy particularmente en Providencia, hicimos la entrega de unas sillas, incluso a domicilio para las personas que no pudieron llegar a la jornada. Fuimos directamente hacia las casas de estas personas para poder entregar estas sillas de ruedas”, dijo el general Eduardo Restrepo, comandante del Comando Aéreo de Combate Número 3 de la Fuerza Aeroespacial.
Pero detrás del dolor físico y el esfuerzo diario, también hay una herida emocional. Joanie cuenta que tras el accidente hablaron con la abuela del joven responsable. Ella les pidió que no lo demandaran, ya que él estaba estudiando y que colaborarían con 300.000 pesos mensuales. “Yo confié en su palabra… y hasta el sol de hoy no han vuelto a dar nada. No nos han colaborado absolutamente en nada”.
Su hermano Barcelio Newald de 86 años, ha tenido al menos siete cirugías y un injerto. Milagrosamente, otra fractura en la clavícula se sanó sola antes de que llegara el día de la operación. “El médico dijo que fue una ayuda de Dios”, recuerda Joanie, quien recordó lo que ha vivido su hermano como “una experiencia muy, muy horrible. Uno no quiere que nadie, ni su peor enemigo, viva lo que hemos vivido aquí. Lo que él ha sufrido, no se lo deseo a nadie”.