En el primer episodio del videopodcast Un Paso Adelante, Mauricio Rosillo abre un espacio inspirador con una invitada de excepción: Ana Fernanda Maiguashca, economista de trayectoria intachable y actual presidenta del Consejo Privado de Competitividad.
Esta conversación no solo desmenuza los retos de la productividad y la innovación en Colombia, sino que se convierte en una reflexión profunda sobre el rol del ser humano en el desarrollo económico. Desde sus primeras palabras, Ana Fernanda se presenta con honestidad y frescura. “No me gustan las rutinas… me gusta pensar cosas”, confiesa. Y no es una frase superficial: en una época marcada por la inmediatez, ella reivindica el derecho, y la necesidad, de detenernos a pensar, a imaginar, a mirar más allá de la urgencia.
Esta capacidad reflexiva, nutrida por estímulos culturales, libros, películas y experiencias personales, es para ella la base de la creatividad y la innovación. “Cultivar la imaginación es fundamental para la creatividad… y es difícil imaginarse cosas si no estás teniendo estímulos”. En tiempos donde el discurso de la productividad suele quedar atrapado entre cifras y métricas, Ana Fernanda recuerda que el bienestar es un pilar esencial de cualquier proceso de crecimiento. “La actividad a la que más juicio le he dedicado en la vida es a conocerme: saber qué me hace bien, qué me funciona”.
Esta búsqueda personal, lejos de ser un lujo, se convierte en una herramienta clave para la productividad sostenible. Porque, como bien dice, no hay una fórmula única. Conocer nuestras propias dinámicas es tan importante como entender las de una organización o un país. Pero ¿qué es realmente un país competitivo? Ana Fernanda lo define con una metáfora potente: “Un país competitivo es aquel que nos da a todos la oportunidad de brillar como mejor podemos… como cuando suena tu canción favorita en la pista de baile”.
Esta visión traslada el concepto de competitividad desde los macroindicadores hasta lo humano, lo cotidiano, lo profundamente personal. Un país competitivo es aquel que le permite a cada ciudadano ser lo que sueña. Y eso, sostiene, se logra con políticas que reconozcan a las personas como el centro del desarrollo. Cuando se le pregunta por el momento clave en su carrera, Ana Fernanda es clara: “Soy el resultado de las apuestas de muchas personas”.
Su ascenso al Viceministerio Técnico de Hacienda no solo marcó un punto de inflexión profesional, sino que le enseñó algo crucial: “Todo es político, incluso cuando decides no darle un permiso a tu hijo. Porque todo tiene que ver con equilibrios de poder”. Esta comprensión de la política como una dimensión cotidiana y transversal resulta vital para entender cómo se tejen las decisiones que transforman un país.
La conversación también aborda con sensibilidad a las nuevas generaciones. A diferencia de quienes los critican por “blandos” o “influenciables”, Maiguashca les reconoce fortalezas esenciales: “Son mucho más conscientes de sí mismos, más libres de prejuicios, más dispuestos a tomar riesgos por vivir la vida que sueñan”. En su lectura, estos jóvenes están llamados a liderar el futuro con una actitud colaborativa, menos derrotista y más abierta a experimentar, equivocarse y reinventarse.
Sin embargo, no todo es idealismo. Ana Fernanda también pone el dedo en la llaga sobre las barreras estructurales que frenan la competitividad. “Si pudiera quitar una, sería la inflexibilidad del mundo laboral”, afirma tajante. Y argumenta que muchas veces se adoptan modelos de países desarrollados sin considerar que Colombia aún está “ganando la carrera”, y no en condiciones de usar la misma “camiseta”. Las regulaciones, entonces, deben ser coherentes con la realidad nacional, y fomentar la adaptabilidad, no el estancamiento.
Este encuentro entre dos mentes comprometidas con el país cierra con una reflexión que deja eco: “Los seres humanos somos un paquetico. No se trata de separar entre lo serio y lo no serio. Todo lo que somos debe ser parte del proceso productivo”. En un país donde el emprendimiento florece en condiciones adversas, esta idea es una invitación poderosa a repensar el desarrollo desde lo humano. Colombia necesita más que reformas estructurales.
Necesita personas y políticas que entiendan que la imaginación, el bienestar, la empatía y la colaboración no son opuestos de la productividad: son su esencia. Y en esa apuesta, Ana Fernanda Maiguashca nos recuerda que todos, desde donde estemos, podemos ser parte del país que soñamos… incluso desde la pista de baile.