Pereirano contó los horrores de la guerra que vivió en Vietnam: comió hasta carne de perro
Un colombiano, a quien su papá lo “regaló” al Ejército de los EEUU, contó cómo terminó en una de las guerras más cruentas de la historia reciente: la de Vietnam.
Luis Guillermo Ruiz, hoy de 82 años, recordó con crudeza su paso por Vietnam, una guerra ajena a su país pero que lo marcó para siempre tras enlistarse ebrio en el Ejército de Estados Unidos Lo último que recuerda con claridad de esa noche fue el ruido de las copas, el humo espeso del bar, y la exaltación patriótica que solo da el alcohol.
“Se nos salió el patriotismo. Eso fue un viernes por la noche. Que el lunes, el lunes de la semana siguiente, a primera hora, íbamos a estar en la oficina de personal y todos nos íbamos a dar de voluntarios para ir a Vietnam”, relató Luis Guillermo Ruiz a Eduardo Contreras, periodista de Los Informantes, programa del Canal Caracol.
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Ese lunes cumplió la promesa hecha entre risas y tragos. Sus amigos no. Han pasado más de cincuenta años desde entonces, pero el recuerdo es nítido y todavía lo atormenta. Desde su apartamento en Pereira, Ruiz revivió el infierno que pasó.
Hasta el día de hoy yo creo que esos desgraciados no se dieron de voluntarios. Yo fui el único idiota que lo hizo y terminé en Vietnam. Vietnam es una pérdida de tiempo, una pérdida de vidas inútilmente
dijo Ruiz.
Colombiano en Vietnam.
Foto: captura de pantalla video Los Informantes.
La historia de cómo termino en Vietnam
Luis Guillermo Ruiz Pretelt nació en Tolima, Colombia, y pasó su infancia en Pereira. Tras perder un semestre de medicina en Bogotá, y ante una relación amorosa que su familia consideraba inapropiada, su padre decidió enviarlo a Estados Unidos. Llegó en Navidad de 1963 a casa de una tía en Nueva York, sin saber que su destino ya estaba escrito.
Llegó una carta del Ejército de los Estados Unidos. No hablaba ni una palabra de inglés. Entonces mi tía me dijo: ‘su papá lo regaló al ejército. Por eso usted tiene residencia permanente’. Yo, todo asombrado, pues no tenía ni idea de eso
recordó Ruiz.
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La decisión lo rompió. “¿Usted no habló con su papá?”, le preguntaron. “De ahí en adelante, no. ¿Por cuánto tiempo? Casi diez años”, respondió.
En el Ejército aprendió inglés, y por azar del alcohol y la juventud, acabó en la Fuerza Aérea de EE.UU., rumbo a Vietnam. “Para mí, Vietnam es una pérdida de tiempo, una pérdida de vidas inútilmente, un total fiasco”, afirma hoy. “Sin embargo, cuando yo estaba allá, creía que estaba por una causa noble”.
“El vuelo era como una procesión al cementerio”
El viaje desde San Francisco a Vietnam fue el inicio de lo que él describe como una marcha fúnebre. “Era como cuando uno va en una procesión al cementerio. Nadie hablaba. No se oía un ruido. Todo el mundo con la cabeza agachada, absorto en sus propios pensamientos. Si me preguntas quién era mi compañero de vuelo por casi diez horas, no tengo ni idea”.
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Aterrizó en una base militar en un pueblo pequeño, sin calles pavimentadas, cerca de Saigón, la capital de Vietnam del Sur. “Lo primero fue el calor, ese vapor que lo impregnaba todo, esa humedad que le pegaba la ropa al cuerpo. Era como abrir la puerta de un horno ardiente”.
De inmediato, aprendió que allí no podía confiar en nadie. “Uno no puede confiar en las personas que le están sirviendo el desayuno, ni en quienes le lavan la ropa. A uno le enseñan que esa persona en cualquier momento lo va a atacar. Era común ver a niños aproximarse a soldados y explotar para matarlos”.
Colombiano cuenta horrores de la Guerra de Vietnam.
Foto: captura de pantalla video Los Informantes.
“El Vietcong era una guerrilla tenebrosa”
Ruiz describe la guerra con precisión de cirujano y horror de testigo. “El Vietcong era una de las guerrillas más tenebrosas. Se amarraban con lazos el cuerpo, entonces cuando tú les disparabas, las vísceras no se salen. Y siguen combatiendo. Eran tremendos”.
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Una de las noches más crudas fue la del 31 de enero de 1968, cuando su base fue atacada con cohetes y morteros.
Eso es tremendo. A uno nunca se le olvida. Disparé varias veces. No sé si le di a alguien. Todo era oscuridad. Pero al día siguiente vi cientos de muertos contra los alambres de púas. Se usó napalm. Todos esos cuerpos estaban totalmente carbonizados
Recordó
“Mi desayuno era tres o cuatro cervezas”
En medio del caos, su única válvula de escape fue el alcohol. “Mi droga era una botella de whisky. Mi desayuno era tres o cuatro cervezas. Porque si me ponía a pensar en dónde estoy, me vuelvo loco”.
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La crudeza no daba tregua. “Una vez pedí carne en un pueblito y cuando terminé de comer me dijeron: ‘¿Sabes lo que acabas de comer?’. Yo sabía la respuesta. ‘Perro’. Me salí a vomitar”.
Durante dos años vivió en esa base. Nunca pisó la selva, pero vio cómo sus compañeros regresaban destrozados, física y mentalmente. “Yo estaba convencido que iba a ser un alcohólico”.
Muchos soldados sufrían estrés postraumático. “En la mente recrean episodios. Ven a personas comunes, pero creen ver al Vietcong. El instinto les dice que están todavía en Vietnam y disparan”.
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Regresó a Estados Unidos a finales de 1968. Se casó, tuvo hijos y estudió ingeniería en el Newbury College de Boston, gracias a los beneficios para veteranos. Su reencuentro con su padre nunca ocurrió. “Mi papá murió aquí en Colombia. Yo vivía en EE.UU. Nunca pude ir a su funeral en Bogotá”.
“Yo nunca me iría para otra guerra”
Las cifras de la guerra son aterradoras. Entre uno y dos millones de civiles muertos. 7,5 millones de toneladas de bombas lanzadas. El Vietcong unificó el país bajo el comunismo en 1975. “Vietnam fue una carnicería. Una barbarie”, repite Ruiz.
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No ha querido volver. “No me interesa ir a Vietnam. He tenido la oportunidad. No quiero porque tengo sentimientos encontrados”.
Hoy, su historia quedó plasmada en el libro "Un pereirano en Vietnam", una crónica que repasa cada episodio de su vida como soldado. Él, por su parte, solo quiere olvidar.