
Leyva dice que Ricardo Roa, Armando Benedetti y Laura Sarabia tienen secuestrado a Petro
Según Leyva, estos tres personajes han "secuestrado" políticamente a Petro, aprovechándose de sus "debilidades personales".

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En una contundente carta dirigida al presidente Gustavo Petro, el exministro de Relaciones Exteriores Álvaro Leyva Duránlanzó graves acusaciones contra tres de las figuras más cercanas al mandatario: el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa; el ministro del Interior, Armando Benedetti; y la canciller Laura Sarabia. Según Leyva, estos tres personajes han "secuestrado" políticamente a Petro, aprovechándose de sus "debilidades personales" y generando un grave daño al país.
La misiva revela detalles sobre la dinámica interna del Gobierno y expone lo que Leyva describe como un "aislamiento deliberado" del presidente, orquestado por su círculo más íntimo.
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Leyva relata cómo, durante su gestión como canciller, intentó sin éxito acercarse a Petro para definir la política exterior del Gobierno. En múltiples ocasiones, asegura, fue bloqueado por Laura Sarabia, quien controlaba el al mandatario.
"Cuando iba a buscarlo, la señora Sarabia me hacía esperar por horas con la excusa de que usted eventualmente me recibiría. Tantas veces ocurrió lo mismo que finalmente comprendí que ella era la dueña de su tiempo, de algunos quehaceres suyos", escribió el exministro.
Además, Leyva insinuó que Sarabia no solo manejaba la agenda presidencial, sino que también "le satisfacía algunas necesidades personales", en una frase que ha generado especulación sobre la naturaleza de la relación entre ambos.
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Uno de los pasajes más duros de la carta está dedicado a Armando Benedetti, a quien Leyva describe como un "enfermo" debido a su presunta adicción a las drogas. El exministro recordó la reunión en la que convenció a Benedetti de aceptar la embajada en Venezuela, revelando que este inicialmente aspiraba a un cargo en Colombia.
"Como si yo estuviera al tanto de sus problemas personales, me manifestó que el doctor Miguel Bettín ya lo tenía al otro lado. Comprendí por todo lo que manifestaba que estaba adicto a las drogas", afirmó Leyva.
El exfuncionario también vinculó a Benedetti con el escándalo de las grabaciones filtradas en 2023, que involucraron a Sarabia en un supuesto intento de extorsión, y advirtió que este caso "sigue manteniendo en vilo su Gobierno".
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Aunque no entró en detalles específicos sobre Roa, Leyva lo incluyó en la lista de personas que, a su juicio, han abusado de Petro. "El Presidente de Ecopetrol, Benedetti y la señora Sarabia... Dícese de ellos que lo tienen secuestrado", denunció.
Fuentes cercanas al Gobierno han señalado que Roa, considerado uno de los hombres más influyentes en la istración Petro, ha sido clave en decisiones polémicas, como los cambios en la junta directiva de Ecopetrol y el manejo de contratos estratégicos.
En uno de los fragmentos más impactantes, Leyva reveló que Petro sufrió una "desaparición de dos días" durante una visita oficial a París, episodio que atribuyó a sus "problemas de drogadicción".
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"Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción. ¿Pero qué podía yo hacer? Seguro fui inferior. Lo he debido aproximar, ayudar", itió con pesar.
El exministro también alertó sobre los "tiempos de soledad, ansiedad y depresión" que afectarían al mandatario, según testimonios de personas cercanas.
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Leyva terminó su carta con un llamado a Petro para que se libere de quienes lo "han hecho y continúan haciéndole terrible daño". "Colombia requiere la unión, no la confrontación caótica alimentada desde la jefatura del Estado", concluyó.
Señor presidente de la República
Gustavo Petro Urrego
Ciudad
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Estimado presidente:
Lo saludo con mi más sincera consideración. Durante semanas enteras venía pensando en qué hacer para que usted escuchara la voz del suscrito, exministro de Estado suyo, sobre preocupaciones que me han surgido a raíz del conocimiento directo que de tiempo atrás he tenido y que aún tengo de situaciones y hechos que en mi sentir lo han afectado y lo siguen afectando en lo personal, como Jefe de Estado y consecuencialmente al país todo Presidente. Si bien es cierto que fui un funcionario de altísimo nivel supuestamente cercano a usted, debo manifestarle que nunca fue fácil aproximarlo.
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Esto bien lo sabe. Tal la razón por la que he recurrido a varios mensajes hoy llamados X y a las redes sociales para dar a conocer mi estado de ánimo sobre lo que considero es mi deber que usted tenga presente. Usted en primer lugar. Y de ser necesario la nación entera. Sabe usted Presidente que su discurso de campaña me entusiasmó: Igualdad, libertad, fraternidad, justicia social y paz integral con oportunidades para todos. Paz, mi obsesivo deber en la vida.
Alcanzó usted a mencionar al Papa Francisco: Fratelli Tutti y Laudato si. A tanto llegó mi compromiso que en defensa suya fui particularmente crudo, fuertísimo, con su vehemente contradictor, ingeniero Rodolfo Hernández. Valga anotarle que pasadas pocas semanas de su posesión Presidente, siendo yo ya ministro suyo, apareció don Rodolfo en mi despacho de manera sorpresiva imbuido de espíritu reconciliatorio.
“Vengo a darle un abrazo –precisó, porque a pesar de todo siempre he reconocido que usted es un verdadero hombre de paz; ya todo ha quedado atrás”. Sin duda el gesto me causó emoción. Yo en ningún momento le fallé Presidente. Me jugué entero por usted y la causa. Ni un solo reclamo me puede hacer. Mas sin embargo fueron surgiendo discrepancias y hechos de fondo que me fueron alejando.
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Sin traición alguna de mi parte porque en mi formación y en mi carácter no cabe esa palabra. Es que soy hijo del destierro con toda mi familia; hermanas y hermanos incluidos, por no haberse prestado mi padre a una traición. Ejemplo enorme recibí. Tiene por objeto esta carta Presidente llamarle a usted la atención de manera comedida pero franca sobre asuntos de difícil aproximación por conllevar aspectos de carácter personal.
Créame que lo hago sin ánimo pendenciero alguno; con sugerencia y propuesta incluida. Ello sin ser enigmático o críptico. Trazos que algunos lectores encontraron en mis últimos escritos. Lo que a continuación le expongo Presidente, lo hago sin patetismo ni aspaviento. Para los efectos de lo que sigue en esta misiva, y con el ánimo de sentirme más seguro, más apoyado, me permito recurrir una vez más a una de las obras de Antonio Millán-Puelles, filósofo español universalmente reconocido: Ética y Realismo. Ediciones RIAP S. A. Madrid, 1996, pags 110-111. En este texto indica el autor que al decir de San Agustín, teólogo, filósofo y escritor; de Santo Tomás de Aquino, filósofo escolástico, autor de la Suma Teológica y otros sabios más, en algunos momentos se debe recurrir a una “prudente ocultación de la verdad” para no ofender; para evitar daños.
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Pero que si en ocasiones, mutatio materiae, se afecta el bien común, es pertinente dejar de lado esa “prudente ocultación de la verdad”. De no tener quien hoy le escribe señor Presidente un estribo de la naturaleza antes indicada que por fortuna me produce tranquilidad interior, no me atrevería enviarle esta carta en los términos que le expongo a continuación. Presidente... Por la época de mi nombramiento no conocía yo antecedentes personales suyos. Solo los aspectos propios de su carrera como político. Alguna información tenía sobre su vinculación al M-19. Lo cierto es que tuve una relación muy significativa con toda la cúpula de esa organización. Por aquellos entonces durante el tiempo que hubo las mayores definiciones de paz con el M nunca me crucé con usted. No pertenecía usted a sus primeras filas.
De Carlos Pizarro no puedo decir que haya sido amigo. Si nos conocimos de cerca. Había de por medio una confianza construida. Varias veces nos vimos estando él en la clandestinidad siendo el máximo comandante. En el monte y en Cali. Departimos por horas enteras. Tras lograr yo la liberación de Álvaro Gómez Hurtado se integró la Comisión de Seguimiento que desembocó en la Constituyente. De todo ello de alguna manera fui coautor central. De la propia Constituyente. Usted y yo Presidente vinimos a conocernos pasados ya algunos años. Más precisamente un día en que nos encontramos en una cafetería del lobby del Hotel Tequendama. Vestía usted un chaleco antibalas. Lo recuerdo claramente. Seguro usted también. Asumí la Cancillería con ánimo desprevenido, con deseos sí de lucirme buscando que usted alcanzara ser un líder continental y una esperanza mundial. Pero me sorprendió desde un comienzo que no nos pudiéramos sentar en ningún momento para trazar la política exterior del Estado.
Cuando iba a buscarlo la señora Sarabia conocida de autos me hacía esperar por horas con la excusa de que usted eventualmente me recibiría. Tantas veces ocurrió lo mismo que finalmente comprendí que ella era la dueña de su tiempo, de algunos quehaceres suyos y que, además, le satisfacía algunas necesidades personales. Una vez inicié mis funciones, me di cuenta prontamente que usted no hablaba recurrentemente con sus ministros. Casi nunca. Encontré que su círculo de confianza era bien reducido. Entre los ministros lo comentábamos. Yo, el mayor, me convertí en escucha de varios. El que más me insistía en que le ayudara a hablar con usted fue su primer ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación. Se dice que en la primera crisis usted lo remplazó sin haberlo recibido. Me correspondió nombrar a Armando Benedetti como embajador en Venezuela. Me dijo usted que hablara con él. Lo cité a mi apartamento. No quería aceptar la designación. Aspiraba a trabajar en una posición importante en Colombia.
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Quizá como un eventual ministro. Como si yo estuviera al tanto de sus problemas personales me manifestó que el doctor Miguel Bettín ya lo tenía al otro lado. Lo comentamos. Comprendí por todo lo que manifestaba que estaba adicto a las drogas. Bettín gran profesional de enorme reputación. De mi entrevista con Benedetti concluí que se trataba de un enfermo. Sigue igual señor Presidente. El enredo de las grabaciones de voz (Sarabia-Benedetti), dadas a conocer por la revista Semana en junio de 2023 sigue manteniendo en vilo su gobierno; y actualmente mucho más por las informaciones suministradas el pasado miércoles 16 de abril por su Canciller desde Osaka, Japón. Lo que demuestra una vez más que usted sigue siendo víctima de esos cuestionados funcionarios. A lo que se suma que usted no ha logrado escapar de la personalísima trampa que lo destruye siempre más. Grave sin duda estimado Presidente. Sí, le guardo estimación. Los recuerdos que todavía tengo frescos de episodios ocurridos siendo yo el primer testigo, me producen aún desazón y desconcierto. Uno de ellos, la ocasión en que usted se desapareció dos días en París durante una visita oficial.
Como si inteligencia sa fuera incompentente como para no haber conocido su paradero. Momentos embarazosos para mi como persona y como su Canciller. Y mucho más cuando supe en dónde había estado. Me apena decirlo hoy –tarde ciertamente–, pero por esa época ya tenía conocimiento de episodios suyos de similar comportamiento. Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción. ¿Pero qué podía yo hacer? Seguro fui inferior. Lo he debido aproximar, ayudar, asistir oportunamente. Guardo en mi interior la pena de no haber intentado extenderle la mano. Lo cierto es que nunca se repuso usted.
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Es así. Su recuperación lastimosamente no ha tenido lugar. Sus desapariciones, llegadas tarde, inaceptables incumplimientos, viajes carentes de sentido, frases incoherentes, cuestionadas compañías según algunos y otros descuidos suyos se han registrado y se siguen registrando señor Presidente. Bien se sabe que ha caído usted en muy frecuentes tiempos de soledad, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de difícil superación, algunas de alto riesgo. Todo conocido por bocas muy cercanas a usted que lo quieren, lo estiman, que se sienten vinculados en lo personal pero que no saben qué hacer.
Conocen y conocen, pero su desconcierto por sentirse impotentes los apabulla. Sus últimas intervenciones públicas desadornadas con amenazas innecesarias, calificando inadecuadamente a sus contradictores, a algunos de criminales sin serio, incluso dejando entrever más de una vez que los considera una amenaza para la vida de muchos conciudadanos, constituyen un abuso del poder que se deriva de la Jefatura del Estado que usted detenta; no mide adecuadamente el alcance de sus palabras; incita con todo ello a la lucha de clases. Y lo ha llegado a hacer en representación del un inexistente M-19. Como un provocador viene quedado usted.
Ciertamente tuvo razón el editorial de el diario El Espectador del día 23 de marzo del año que corre al manifestar: “El fuego retórico del presidente Petro ha superado lo tolerable”. No me referiré en esta oportunidad a muchos de sus tweets hoy mensajes X que han sido objeto de crecido rechazo. Ni a otros temas que desdibujarían el sentido que pretendo darle a esta primera carta así en ella se consignen crudezas o aparentes asperezas en el trato.
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Por lo pronto Presidente desvincule a quienes han abusado de usted, que se han aprovechado de su complejísima situación y que le han hecho y continúan haciéndole terrible daño. Tan evidentes son que están en boca y mentes de cientos de miles de compatriotas: El Presidente de Ecopetrol, Benedetti y la señora Sarabia. Dícese de ellos que lo tienen secuestrado. Créame que con esa medida adelantaría en algo la solución.
Colombia requiere la unión, no la confrontación caótica alimentada desde la jefatura del Estado Presidente. Evitemos entre todos un incendio social. Es posible. Se que no le sería fácil para usted recibirme Presidente. Ojalá se animara a hacerlo. Le haría una necesaria insinuación pensando en usted y en la nación entera.
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Atentamente.
Álvaro Leyva Durán