
Dura carta de Álvaro Leyva al presidente Petro: “En París confirmé su problema de drogadicción”
Álvaro Leyva dice que la canciller Laura Sarabia le "satisface las necesidades personales" al presidente y dice que Benedetti es un enfermo.

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El exministro de Relaciones Exteriores Álvaro Leyva Durán lanzó durísimas acusaciones contra el presidenteGustavo Petro, incluyendo revelaciones sobre su supuesta adicción a las drogas, sus desapariciones en viajes oficiales y el control que ejercen sobre él figuras como Laura Sarabia y Armando Benedetti.
"En París confirmé su problema de drogadicción"
Uno de los pasajes más explosivos de la carta se refiere a un viaje oficial a Francia, donde Leyva afirma que Petro "desapareció dos días" en circunstancias que generaron un "momento embarazoso" para la delegación colombiana.
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"Como si inteligencia sa fuera incompetente como para no haber conocido su paradero. Momentos embarazosos para mí como persona y como su Canciller. Y mucho más cuando supe en dónde había estado", escribió Leyva.
Y luego remató con una revelación demoledora: "Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción. ¿Pero qué podía yo hacer? Seguro fui inferior. Lo he debido aproximar, ayudar, asistir oportunamente. Guardo en mi interior la pena de no haber intentado extenderle la mano".
Sus desapariciones, llegadas tarde, inaceptables incumplimientos, viajes carentes de sentido, frases incoherentes, cuestionadas compañías según algunos y otros descuidos suyos se han registrado y se siguen registrando señor Presidente. Bien se sabe que ha caído usted en muy frecuentes tiempos de soledad, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de difícil superación, algunas de alto riesgo. Todo conocido por bocas muy cercanas a usted que lo quieren, lo estiman, que se sienten vinculados en lo personal pero que no saben qué hacer. Conocen y conocen, pero su desconcierto por sentirse impotentes los apabulla.
El exfuncionario agregó que, pese al tiempo transcurrido, el mandatario "nunca se repuso" y que su "recuperación lastimosamente no ha tenido lugar".
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"Sarabia es la dueña de su tiempo y le satisface necesidades personales"
Leyva detalló cómo, desde el inicio del Gobierno, intentó sin éxito coordinar con Petro la política exterior, chocando siempre con el "muro" de Laura Sarabia: "Cuando iba a buscarlo, la señora Sarabia me hacía esperar por horas con la excusa de que usted eventualmente me recibiría. Tantas veces ocurrió lo mismo que finalmente comprendí que ella era la dueña de su tiempo, de algunos quehaceres suyos y que, además, le satisfacía algunas necesidades personales", denunció.
El exministro también vinculó a Sarabia con el escándalo de las grabaciones filtradas con Benedetti en 2023, que hoy siguen persiguiendo al Gobierno: "El enredo de las grabaciones de voz (Sarabia-Benedetti), dadas a conocer por la revista Semana en junio de 2023, sigue manteniendo en vilo su Gobierno".
"Benedetti es un enfermo"
Leyva también reveló detalles de su reunión con Armando Benedetti, a quien Petro le encargó negociar su designación como embajador en Venezuela. Según el exministro, Benedetti "no quería aceptar" el cargo y le confesó estar bajo influencia de sustancias.
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"Como si yo estuviera al tanto de sus problemas personales, me manifestó que el doctor Miguel Bettín ya lo tenía al otro lado. Lo comentamos. Comprendí por todo lo que manifestaba que estaba adicto a las drogas (...). De mi entrevista con Benedetti concluí que se trataba de un enfermo. Sigue igual, señor Presidente", aseguró.
"Lo tienen secuestrado"
En uno de los fragmentos más duros, Leyva instó a Petro a cortar de raíz su relación con tres personas: "Desvincule a quienes han abusado de usted: el presidente de Ecopetrol, Benedetti y la señora Sarabia. Dícese de ellos que lo tienen secuestrado".
Además, advirtió que estos actores "le han hecho y continúan haciéndole terrible daño", y que su influencia es tan notoria que "están en boca y mentes de cientos de miles de compatriotas".
"Incita al caos": La crítica al discurso presidencial
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Más allá de las acusaciones personales, Leyva cuestionó el tono "divisivo" y "provocador" del presidente, citando incluso un editorial de El Espectador que calificó su retórica como "intolerable".
"Sus últimas intervenciones públicas, desadornadas con amenazas innecesarias, calificando inadecuadamente a sus contradictores (...) constituyen un abuso del poder. Incita con todo ello a la lucha de clases", reprochó.
Y cerró con una advertencia solemne: "Colombia requiere la unión, no la confrontación caótica alimentada desde la jefatura del Estado. Evitemos entre todos un incendio social".
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¿Habrá respuesta de Petro?
La carta, de cuatro páginas, termina con una oferta de diálogo: "Sé que no le sería fácil recibirme, Presidente. Ojalá se animara a hacerlo. Le haría una necesaria insinuación pensando en usted y en la nación entera".
Señor presidente de la República
Gustavo Petro Urrego
Ciudad
Estimado presidente:
Lo saludo con mi más sincera consideración. Durante semanas enteras venía pensando en qué hacer para que usted escuchara la voz del suscrito, exministro de Estado suyo, sobre preocupaciones que me han surgido a raíz del conocimiento directo que de tiempo atrás he tenido y que aún tengo de situaciones y hechos que en mi sentir lo han afectado y lo siguen afectando en lo personal, como Jefe de Estado y consecuencialmente al país todo Presidente. Si bien es cierto que fui un funcionario de altísimo nivel supuestamente cercano a usted, debo manifestarle que nunca fue fácil aproximarlo.
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Esto bien lo sabe. Tal la razón por la que he recurrido a varios mensajes hoy llamados X y a las redes sociales para dar a conocer mi estado de ánimo sobre lo que considero es mi deber que usted tenga presente. Usted en primer lugar. Y de ser necesario la nación entera. Sabe usted Presidente que su discurso de campaña me entusiasmó: Igualdad, libertad, fraternidad, justicia social y paz integral con oportunidades para todos. Paz, mi obsesivo deber en la vida.
Alcanzó usted a mencionar al Papa Francisco: Fratelli Tutti y Laudato si. A tanto llegó mi compromiso que en defensa suya fui particularmente crudo, fuertísimo, con su vehemente contradictor, ingeniero Rodolfo Hernández. Valga anotarle que pasadas pocas semanas de su posesión Presidente, siendo yo ya ministro suyo, apareció don Rodolfo en mi despacho de manera sorpresiva imbuido de espíritu reconciliatorio.
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“Vengo a darle un abrazo –precisó, porque a pesar de todo siempre he reconocido que usted es un verdadero hombre de paz; ya todo ha quedado atrás”. Sin duda el gesto me causó emoción. Yo en ningún momento le fallé Presidente. Me jugué entero por usted y la causa. Ni un solo reclamo me puede hacer. Mas sin embargo fueron surgiendo discrepancias y hechos de fondo que me fueron alejando.
Sin traición alguna de mi parte porque en mi formación y en mi carácter no cabe esa palabra. Es que soy hijo del destierro con toda mi familia; hermanas y hermanos incluidos, por no haberse prestado mi padre a una traición. Ejemplo enorme recibí. Tiene por objeto esta carta Presidente llamarle a usted la atención de manera comedida pero franca sobre asuntos de difícil aproximación por conllevar aspectos de carácter personal.
Créame que lo hago sin ánimo pendenciero alguno; con sugerencia y propuesta incluida. Ello sin ser enigmático o críptico. Trazos que algunos lectores encontraron en mis últimos escritos. Lo que a continuación le expongo Presidente, lo hago sin patetismo ni aspaviento. Para los efectos de lo que sigue en esta misiva, y con el ánimo de sentirme más seguro, más apoyado, me permito recurrir una vez más a una de las obras de Antonio Millán-Puelles, filósofo español universalmente reconocido: Ética y Realismo. Ediciones RIAP S. A. Madrid, 1996, pags 110-111. En este texto indica el autor que al decir de San Agustín, teólogo, filósofo y escritor; de Santo Tomás de Aquino, filósofo escolástico, autor de la Suma Teológica y otros sabios más, en algunos momentos se debe recurrir a una “prudente ocultación de la verdad” para no ofender; para evitar daños.
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Pero que si en ocasiones, mutatio materiae, se afecta el bien común, es pertinente dejar de lado esa “prudente ocultación de la verdad”. De no tener quien hoy le escribe señor Presidente un estribo de la naturaleza antes indicada que por fortuna me produce tranquilidad interior, no me atrevería enviarle esta carta en los términos que le expongo a continuación. Presidente... Por la época de mi nombramiento no conocía yo antecedentes personales suyos. Solo los aspectos propios de su carrera como político. Alguna información tenía sobre su vinculación al M-19. Lo cierto es que tuve una relación muy significativa con toda la cúpula de esa organización. Por aquellos entonces durante el tiempo que hubo las mayores definiciones de paz con el M nunca me crucé con usted. No pertenecía usted a sus primeras filas.
De Carlos Pizarro no puedo decir que haya sido amigo. Si nos conocimos de cerca. Había de por medio una confianza construida. Varias veces nos vimos estando él en la clandestinidad siendo el máximo comandante. En el monte y en Cali. Departimos por horas enteras. Tras lograr yo la liberación de Álvaro Gómez Hurtado se integró la Comisión de Seguimiento que desembocó en la Constituyente. De todo ello de alguna manera fui coautor central. De la propia Constituyente. Usted y yo Presidente vinimos a conocernos pasados ya algunos años. Más precisamente un día en que nos encontramos en una cafetería del lobby del Hotel Tequendama. Vestía usted un chaleco antibalas. Lo recuerdo claramente. Seguro usted también. Asumí la Cancillería con ánimo desprevenido, con deseos sí de lucirme buscando que usted alcanzara ser un líder continental y una esperanza mundial. Pero me sorprendió desde un comienzo que no nos pudiéramos sentar en ningún momento para trazar la política exterior del Estado.
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Cuando iba a buscarlo la señora Sarabia conocida de autos me hacía esperar por horas con la excusa de que usted eventualmente me recibiría. Tantas veces ocurrió lo mismo que finalmente comprendí que ella era la dueña de su tiempo, de algunos quehaceres suyos y que, además, le satisfacía algunas necesidades personales. Una vez inicié mis funciones, me di cuenta prontamente que usted no hablaba recurrentemente con sus ministros. Casi nunca. Encontré que su círculo de confianza era bien reducido. Entre los ministros lo comentábamos. Yo, el mayor, me convertí en escucha de varios. El que más me insistía en que le ayudara a hablar con usted fue su primer ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación. Se dice que en la primera crisis usted lo remplazó sin haberlo recibido. Me correspondió nombrar a Armando Benedetti como embajador en Venezuela. Me dijo usted que hablara con él. Lo cité a mi apartamento. No quería aceptar la designación. Aspiraba a trabajar en una posición importante en Colombia.
Quizá como un eventual ministro. Como si yo estuviera al tanto de sus problemas personales me manifestó que el doctor Miguel Bettín ya lo tenía al otro lado. Lo comentamos. Comprendí por todo lo que manifestaba que estaba adicto a las drogas. Bettín gran profesional de enorme reputación. De mi entrevista con Benedetti concluí que se trataba de un enfermo. Sigue igual señor Presidente. El enredo de las grabaciones de voz (Sarabia-Benedetti), dadas a conocer por la revista Semana en junio de 2023 sigue manteniendo en vilo su gobierno; y actualmente mucho más por las informaciones suministradas el pasado miércoles 16 de abril por su Canciller desde Osaka, Japón. Lo que demuestra una vez más que usted sigue siendo víctima de esos cuestionados funcionarios. A lo que se suma que usted no ha logrado escapar de la personalísima trampa que lo destruye siempre más. Grave sin duda estimado Presidente. Sí, le guardo estimación. Los recuerdos que todavía tengo frescos de episodios ocurridos siendo yo el primer testigo, me producen aún desazón y desconcierto. Uno de ellos, la ocasión en que usted se desapareció dos días en París durante una visita oficial.
Como si inteligencia sa fuera incompentente como para no haber conocido su paradero. Momentos embarazosos para mi como persona y como su Canciller. Y mucho más cuando supe en dónde había estado. Me apena decirlo hoy –tarde ciertamente–, pero por esa época ya tenía conocimiento de episodios suyos de similar comportamiento. Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción. ¿Pero qué podía yo hacer? Seguro fui inferior. Lo he debido aproximar, ayudar, asistir oportunamente. Guardo en mi interior la pena de no haber intentado extenderle la mano. Lo cierto es que nunca se repuso usted.
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Es así. Su recuperación lastimosamente no ha tenido lugar. Sus desapariciones, llegadas tarde, inaceptables incumplimientos, viajes carentes de sentido, frases incoherentes, cuestionadas compañías según algunos y otros descuidos suyos se han registrado y se siguen registrando señor Presidente. Bien se sabe que ha caído usted en muy frecuentes tiempos de soledad, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de difícil superación, algunas de alto riesgo. Todo conocido por bocas muy cercanas a usted que lo quieren, lo estiman, que se sienten vinculados en lo personal pero que no saben qué hacer.
Conocen y conocen, pero su desconcierto por sentirse impotentes los apabulla. Sus últimas intervenciones públicas desadornadas con amenazas innecesarias, calificando inadecuadamente a sus contradictores, a algunos de criminales sin serio, incluso dejando entrever más de una vez que los considera una amenaza para la vida de muchos conciudadanos, constituyen un abuso del poder que se deriva de la Jefatura del Estado que usted detenta; no mide adecuadamente el alcance de sus palabras; incita con todo ello a la lucha de clases. Y lo ha llegado a hacer en representación del un inexistente M-19. Como un provocador viene quedado usted.
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Ciertamente tuvo razón el editorial de el diario El Espectador del día 23 de marzo del año que corre al manifestar: “El fuego retórico del presidente Petro ha superado lo tolerable”. No me referiré en esta oportunidad a muchos de sus tweets hoy mensajes X que han sido objeto de crecido rechazo. Ni a otros temas que desdibujarían el sentido que pretendo darle a esta primera carta así en ella se consignen crudezas o aparentes asperezas en el trato.
Por lo pronto Presidente desvincule a quienes han abusado de usted, que se han aprovechado de su complejísima situación y que le han hecho y continúan haciéndole terrible daño. Tan evidentes son que están en boca y mentes de cientos de miles de compatriotas: El Presidente de Ecopetrol, Benedetti y la señora Sarabia. Dícese de ellos que lo tienen secuestrado. Créame que con esa medida adelantaría en algo la solución.
Colombia requiere la unión, no la confrontación caótica alimentada desde la jefatura del Estado Presidente. Evitemos entre todos un incendio social. Es posible. Se que no le sería fácil para usted recibirme Presidente. Ojalá se animara a hacerlo. Le haría una necesaria insinuación pensando en usted y en la nación entera.
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Atentamente.
Álvaro Leyva Durán