Más de 40 días estuvieron insertados en las selvas del Yari. Días en los que nunca perdieron la esperanza. Así lo cuenta el comando, quien lidera una de las unidades incansables que buscaba a los pequeños.
"Me siento orgulloso, satisfecho y feliz. Primero que todo, por haber encontrado a estos niños, porque se dio ese milagro gracias a Dios, el objetivo era devolverles la vida a estos pequeños. Y segundo, por mi unidad y las fuerzas especiales", afirmó el comando de las Fuerzas Especiales.
Sin embargo, a pesar de mantener la fe intacta, hubo momentos de frustración. Momentos en los que no solo pensaban en cómo pasaban las horas y los días sin poder hallar a los niños, sino también en el tiempo de vida que les podía quedar.
"Siempre teníamos la esperanza. La mayoría de nosotros somos padres de familia, tenemos sobrinos, familiares niños, y pensábamos en cómo un familiar nuestro podía estar en la selva sin ningún tipo de comida, alimento o resguardo. Esa fe siempre estuvo intacta y teníamos la confianza de que estos niños iban a aparecer", añade el comando de las Fuerzas Especiales.
Pero el día 40 llegó, un nueve de junio que nunca podrán olvidar. Mientras el comando se preparaba para dar el reporte por radio sobre unos indígenas que debían ser rescatados debido a sus malas condiciones de salud, escuchó un grito de victoria a través del aparato.
"En ese momento escuché que por radio estaban hablando del tema, entonces me puse atento al radio para escuchar qué era lo que estaban diciendo. Y nada, dije: 'Los encontraron, los encontraron'. Todo el mundo estaba feliz, contento. Se abrazaban y le daban gracias a Dios porque es un milagro que hayan durado tanto tiempo y que finalmente los hayamos encontrado", relata el comando de las Fuerzas Especiales.
Así describe el capitán cómo fueron los primeros minutos de atención a los niños: "Cuando la unidad reportó que ya tenían a los menores, que ya los estaban trayendo, que los estaban atendiendo y que les estaban dando suero oral de acuerdo al estado en el que se encontraban, pues fue una felicidad indescriptible".
En este grupo, nadie desfallecía, porque justo en esos momentos de tanta incertidumbre, aparecía el enfermero de combate. Este tuvo que atender a uno de sus soldados, ya que los días no pasaban en vano.
"El comando tenía una especie de alergia, entonces yo le aplicaba dexametasona, que era el medicamento idóneo para ese tipo de alergia que tenía el comando en ese momento", comenta el enfermero de combate.
Gracias a él, el ánimo nunca se perdió y siempre había una sonrisa en el rostro del equipo. Ahora que los niños aparecieron, la misión continúa. Wilson, de quien dicen que no es un perro, sino otro comando más.
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