A pocos minutos de la zona turística más concurrida de Santa Marta se esconde una playa donde la naturaleza aún conserva su voz intacta.
Playa Inca Inca, ubicada entre El Rodadero y Playa Blanca, ha dejado de ser un secreto local para convertirse en uno de los planes más apetecidos por viajeros que buscan paisajes vírgenes y experiencias auténticas en el Caribe colombiano.
El recorrido hasta allí forma parte del encanto. Para quienes optan por la caminata, el sendero de comienza en el extremo sur de El Rodadero y se extiende por cerca de 40 minutos entre trochas, piedras y tramos boscosos del ecosistema de bosque seco tropical.
Durante el trayecto, el canto de las aves acompaña el ascenso, mientras el horizonte se abre entre ramas, dejando ver, poco a poco, el azul intenso del mar.
La caminata, aunque exigente en algunos puntos, es apta para personas con estado físico medio, y cada curva regala una postal que justifica el esfuerzo.
Para quienes prefieren ahorrar energía y disfrutar del paisaje desde el agua, la opción es llegar en lancha con el operador Taximarino.
Desde la bahía de El Rodadero, la travesía de 15 a 20 minutos ofrece vistas privilegiadas de la costa samaria y permite apreciar la inmensidad del mar Caribe.
Al llegar a la playa, el contraste es inmediato: arena blanca, vegetación frondosa bordeando la orilla y un mar en calma que invita a sumergirse sin prisa.
La playa cuenta con el restaurante La Pikua, donde podrá deleitar los sabores de la gastronomía del Caribe colombiano.
Además, para los amantes de las aventuras acuáticas, pueden a hacer snorkel en las aguas claras donde se observan pequeños bancos de peces.
Para quienes deciden montar kayak o jet ski, este lugar es perfecto para este tipo de deportes y si simplemente quiere descansar, recostarse sobre la arena es una opción para escuchar el oleaje y dejar que el sol haga su parte.
“Es una playa mágica. Una mezcla de desconexión, naturaleza y calma. En cada visita, los turistas resaltan cómo el sonido del mar y el silencio del entorno se convierten en parte de una experiencia transformadora”, aseguró Katty Sanguino, gerente general de Taximarino, quien además destacó el compromiso ambiental del lugar.
“En Taximarino promovemos prácticas responsables con el medio ambiente, organizamos jornadas de limpieza y educamos a los visitantes para que el impacto de su visita sea mínimo. Inca Inca es un tesoro natural, queremos que siga siéndolo y para ello es importante su conservación”, afirmó.
Ese compromiso se ve reflejado en las condiciones de la playa: limpia, sin aglomeraciones, ni contaminación visual. La presencia de carteles informativos sobre la flora y fauna local, junto con la participación de turistas en jornadas ecológicas, demuestra que el turismo consciente sí es posible.
“Fue una experiencia inolvidable”, cuenta Javier Rodríguez, turista proveniente de Bogotá. Hicimos la caminata con mi pareja, llegamos cansados pero felices. Nos dimos un baño en el mar, almorzamos viendo el horizonte y regresamos en lancha. Todo el plan fue perfecto, muy diferente a lo que uno encuentra en otras playas más concurridas”.
Inca Inca no es solo una playa, es un escape íntimo a lo esencial. Un lugar donde cada paso invita a reconectar con la naturaleza y donde la simplicidad se convierte en lujo.
En tiempos donde el turismo tiende a lo masivo, esta joya samaria resiste como un rincón que invita a vivir el Caribe desde la calma, la conciencia y la belleza.