En uno de los rincones menos explorados por el turismo en Colombia se oculta una laguna envuelta en misticismo, cuya presencia ha acompañado a los habitantes de la región desde tiempos inmemoriales.
Nacida en la caldera extinta del volcán Galeras, a 4.000 metros sobre el nivel del mar y con una temperatura promedio de 9 °C, este lugar solitario es perfecto para reencontrarse con uno mismo y con el silencio más profundo.
En lo profundo de las montañas nariñenses, a solo 15 kilómetros de Pasto, se encuentra uno de los tesoros naturales más enigmáticos del sur de Colombia: la Laguna Negra, también conocida como Coba Negra.
Este espejo de agua, que nace en las faldas del extinto volcán Galeras, es un paraíso casi inaccesible que pocos se atreven a explorar.
Aunque menos conocida que la Laguna Negra del Guaviare —famosa por sus delfines, aguas oscuras teñidas por hojas en descomposición y actividades como el snorkel y el velerismo—, la versión nariñense no se queda atrás en misticismo ni en belleza.
Su está restringido, lo que la convierte en un destino desafiante para los aventureros. Llegar hasta allí implica recorrer rutas alternas y sortear obstáculos tanto físicos como sociales, incluyendo críticas de quienes desaprueban estas incursiones hacia zonas protegidas o poco exploradas.
Quienes logran llegar, sin embargo, son recompensados con un paisaje sobrecogedor: aguas negras como la noche, un entorno volcánico casi irreal, y una experiencia de introspección difícil de igualar. No hay infraestructura turística ni comodidades. Aquí el lujo es el silencio, el aire puro y la inmensidad de la naturaleza en estado puro.